sábado, 24 de julio de 2010

“Sobre el método de trabajo con los alumnos” (2a. parte)

“Sobre el método de trabajo con los alumnos” (2a. parte)
de Abraham Ilich Yampolsky

Posiblemente, usted lector se pregunte qué hace en nuestras páginas un personaje perteneciente a una latitud tan distante.
Para casi todos es bien conocida la trascendencia de la escuela ruso-soviética del piano, el violín y otros instrumentos y la influencia que ha ejercido en muchas otras escuelas y particularmente en la nuestra.

Los grandes intérpretes, como Richter, Gilels, Nikolaeva o Kogan, Oistraj y Tretiakov nos son relativamente familiares. Sin embargo, el trabajo de los pedagogos y formadores de generaciones de músicos como, Neuhaus, Goldenweizer, Yampolsky y Stoliarsky no ocupa un lugar importante en el imaginario de la mayoría de estudiantes y maestros, fuera de Rusia.

A través del presente trabajo, conoceremos un poco de la inmensa labor que implica la construcción de una Escuela músico-instrumental, sus aspectos teóricos y la constante reflexión analítica para comprender la música, crearla y recrearla.
En este número de Tesituras hacemos la segunda entrega del interesante trabajo presentado por el gran pedagogo soviético a mediados del siglo pasado ante la Academia de violín del Conservatorio Chaikovsky de Moscú.

Cuauhtémoc Rivera Guzmán

Basándome en mis observaciones, trataré de señalar algunas características particulares, las cuales se manifiestan en el trabajo con el alumno y, del mismo modo, los métodos de influencia a los que me apego en los diversos casos de mi práctica pedagógica.

1. Incapacidad del alumno para generalizar en el aspecto creativo-musical, en particular, poca habilidad para hacer conclusiones con base en señalamientos particulares del maestro.

En este tipo de alumnos, por lo general, se observan pocos progresos en las cuestiones fundamentales y no visualizan el objetivo central del trabajo, repitiendo una y otra vez los mismos errores en cada obra nueva que se aborda.
En estos casos es sumamente importante concentrar la atención del alumno en lo “principal”, sin distraerlo en detalles y exigencias desmedidas de carácter particular. El método de “machetear” en estos casos, es especialmente dañino, ya que, aunque reporta ciertos efectos (generalmente efímeros), influye en seguir el camino fácil o de menor resistencia, y en esencia, soslaya los lados débiles del alumno.

Lo importante en estos casos es señalar al alumno sus carencias fundamentales, fijarle un objetivo concreto y mostrarle el procedimiento para la realización de dicho objetivo.

2. Asimilación rápida y sin dificultad del material con una incapacidad de llevar el trabajo “hasta el final”. Dicha característica se presenta generalmente entre alumnos muy capaces.

En estos casos es necesario infundir en el alumno la claridad de objetivos y la perseverancia en el trabajo, en la voluntad y constancia requerida para la superación de la dificultad para alcanzar un determinado objetivo artístico.
Una o varias piezas presentadas con éxito en la escena e interpretadas a un nivel de perfeccionamiento de alto acabado, puede ejercer un efecto definitivo sobre el alumno.

3. Emotividad exagerada. Cuando el alumno no está en posibilidad de controlar sus emociones, incluso durante el estudio.

Reeducar este tipo de alumnos en el sentido de una mayor conciencia y concentración en el proceso de estudio con el objeto de liberarlos de una excesiva excitación, generalmente requiere de un periodo prolongado así como de tacto y gran cuidado por parte del maestro para evitar cohibir la individualidad creativa del alumno.
Aquí, es fundamental destacar la importancia del trabajo sobre el ritmo, aspecto que generalmente es de los más débiles entre los alumnos con una emotividad exagerada. En relación con este tipo de alumnos resulta especialmente provechoso el trabajo de reconocimiento previo de la obra al piano, el análisis de su estructura, el desglose del material temático, establecimiento de tempi, etcétera, con el objeto de que el alumno se forme una determinada noción de la obra, previo al trabajo con el violín.

Me he convencido de que tal método de trabajo con alumnos con emotividad exagerada, favorece la estabilidad y una más completa asimilación de la obra a interpretar.

4. Carácter flemático o perezoso. La pasividad al tocar no siempre es indicador de una sensibilidad musical insuficiente o reflejo de características generales del carácter del estudiante. Tal carencia en la interpretación, frecuentemente la observamos en personas que en la vida diaria, ni por asomo, aparentan ser pasivas y carentes de temperamento. Otros, por el contrario, que en su conducta externa pueden aparentar pereza y pasividad, al momento de interpretar lo hacen con buena emotividad.

Me parece que la pasividad en el intérprete, en muchos casos tiene que ver con determinados rasgos psicológicos, consistentes en la incapacidad de mantener por un tiempo determinado un estado de auge emocional.
Desde el punto de vista del método a seguir en la acción pedagógica, es de particular significado la selección de un repertorio apropiado, a través del cual sea posible desarrollar gradualmente el aspecto emocional del intérprete. De gran importancia es también el trabajo sobre la dinámica (matices), en particular sobre los acentos que dan a la interpretación carácter, vitalidad y energía. La exageración de estos momentos en el proceso de trabajo pueden resultar benéficos.

5. Nerviosismo. Para todos nosotros son bien conocidos los casos de alumnos con un alto nivel de nerviosismo cuyo estado psíquico durante la interpretación se caracteriza por su inestabilidad, inseguridad e incapacidad de tener control sobre sí mismos. Lo anterior no sólo se relaciona con la interpretación en el escenario, sino durante la clase, en los ensayos, etc. Dicho estado se refleja en fallas técnicas y errores, repentinas interrupciones en la memoria, aumentos y disminuciones involuntarios del tempo, lo que no necesariamente es resultado de un estudio en casa inconsciente o malo. El fenómeno del nerviosismo al tocar obviamente puede deberse a factores de orden no musical tales como el estado general del sistema nervioso, cuestiones de edad, cualquier tipo de trauma psíquico, etc. Pero hay que decir que dichos problemas se presentan también en personas completamente sanas.

En muchos casos, la razón del problema puede estar en “vacíos” o lagunas en la formación musical, en la preparación técnica, en todo aquello que en su momento no fue debidamente asimilado y trabajado y que más tarde se reflejará en la manera de tocar del músico adulto y consolidado.

Paralelamente a medidas generales tendientes a fortalecer la salud física y del sistema nervioso, el medio más probado y comprobado contra el “mal escénico” es la constante presencia en el escenario, así como el correspondiente “entrenamiento” en clase y ensayos, consistente en “pasar” la obra completa y en tempo.
En cuanto a la influencia del método pedagógico, es necesario señalar: el limitarse a “animar” al alumno resulta insuficiente. Para conseguir una mejoría sustancial, es indispensable discernir los motivos de los fracasos y caídas. A menudo, los errores son consecuencia de una exagerada fijación de la atención en determinadas dificultades técnicas o pasajes, etc. En este caso, se recomienda el método de distraer la atención, cambiar de canal a momentos durante la interpretación. De igual forma, una razón más para el error puede encontrarse en el miedo a un “lugar difícil”, el cual paraliza al alumno al tocar, siendo que en realidad la dificultad se exagera como consecuencia de una predisposición psicológica autosugestiva.

Sucede con frecuencia que el alumno mezcla o “picotea” pasajes, pensando que no lo está haciendo lo suficientemente rápido. En estos casos y otrosparecidos, procuro liberar al alumno de aquellas nociones que le estorban y, analizando diversas tareas técnicas concretas, le demuestro que éstas, en esencia, se componen de elementos simples, cuya correcta comprensión es condición indispensable para superar con éxito la dificultad técnica.

6. Obstinación y rebeldía manifiestas.Generalmente se da entre estudiantes capaces con una marcada individualidad, pero con exceso de autosuficiencia y terquedad, características que le hacen tomar las recomendaciones del maestro con un sentimiento de resistencia y protesta.

Con este tipo de alumnos es necesario ser especialmente flexible. El método del aplastamiento terminante al alumno por principio de autoridad es inviable en estos casos ya que puede conducir a la pérdida absoluta del contacto entre el alumno y el maestro. Al alumno “indómito”, en ocasiones y a su manera, le asiste la razón. Es menester tratar de entenderlo y revelarle los aspectos valiosos y positivos que hay en él. En el proceso de trabajo con un estudiante “difícil” será indispensable encontrar un lenguaje común maestro-alumno. Señalar los momentos positivos en su interpretación sin dejar pasar aquellos negativos que le impiden la realización de sus propios propósitos. Actuando con tacto y con cuidado se logrará que un alumno “rebelde” tome en cuenta las indicaciones del maestro sin que, por tal motivo, se sienta presionado o menoscabando en su individualidad.

7. Diametralmente opuesta a la anterior característica, es cuando el alumno posee buenas cualidades profesionales y con exactitud cumple todo lo señalado por el maestro, sin embargo, está ausente una clara definición de sus gustos, inclinaciones, aspiraciones, individualidad creativa e independencia.

Este tipo de alumnos con frecuencia presentan altos indicadores académicos e inclusive pueden impresionar con su manera de tocar. Curiosamente, dichas cualidades perviven en el alumno solamente mientras están bajo la supervisión del maestro.
Con este tipo de alumnos es necesario desarrollar en clase las cualidades que le permitirán trabajar de manera independiente, formar su gusto artístico y habituarlo al razonamiento propio.

En el caso de que el maestro enfoque toda su atención a satisfacer los “indicadores externos”, (avanzar de acuerdo al programa de estudio, participar en conciertos de alumnos), las consecuencias a futuro pueden ser muy negativas. Precisamente en este tipo de casos observamos cómo, estudiantes que prometían y en los que se tenía alguna esperanza para su futuro, al término de sus estudios, dejan de crecer y poco a poco se pierden en la nada.

Naturalmente, mucho depende de las cualidades personales del propio alumno. En todo caso, es en el maestro en quien recae la mayor responsabilidad y quien debe estructurar el trabajo, no en la línea del menor esfuerzo que, en el caso que nos ocupa, es la línea de la influencia exterior que no estimula el desarrollo de las cualidades internas y creativas del alumno.

8. Iniciativa e independencia. A los alumnos que poseen dichas cualidades no es necesario empujarlos en el trabajo y cumplimiento del plan, así como en el acopio de nuevo repertorio. Ellos mismos, por su propia iniciativa y capacidad de observación, son capaces de anticipar y desarrollar los conceptos y señalamientos del maestro, cuyo papel en estos casos consistirá en encauzar la actividad creativa del alumno.

El alumno con iniciativa por lo general no se encierra en el círculo de su estrecha especialidad y manifiesta un vivo interés hacia la música y los diversos fenómenos sociales y culturales.

Presenté aquí un listado de aquellos rasgos característicos que con mayor frecuencia se encuentran entre los alumnos; naturalmente, no agota por sí mismo toda la diversidad de casos y fenómenos que encontramos en la práctica pedagógica. Es necesario señalar que los rasgos característicos enumerados más arriba, no siempre se presentan, digámoslo así, en estado puro. En ocasiones observamos en un alumno la combinación de diversas cualidades. Dicha circunstancia, una vez más demuestra cuán flexibles deben de ser los métodos por los que nos regimos, aplicables conforme a las particularidades individuales de cada alumno.

Fin de la segunda parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario