sábado, 24 de julio de 2010

Conversación con Maritza Alemán

No hay nada mejor que ser cantante, he vivido plenamente en la ópera

Conversación con Maritza Alemán

Amelia Sierra y GESM


Amelia Sierra: ¿Cuál fue el primer acercamiento que tuvo usted con el canto?

Maritza Alemán: Mi mamá cantaba en el coro del pueblo y tenía una retentiva musical maravillosa. Ella cantaba desde que salía hasta que se metía el sol. En aquel entonces había una serie de filmes con Deanna Durbin, que cantaba ópera. Me gustaba cuando regresábamos del cine porque ella cantaba las arias y yo las aprendía de ella.

Como provenía de una familia nada adinerada, cuando tenía diecisiete años entré a trabajar en el departamento jurídico de la SEP. Un día una de las señoras del trabajo me oyó cantar y me dijo: -¿Por qué no vas a estudiar con un maestro que conozco? No te va cobrar caro. Se llamaba Alberto Sanz, vivía en la colonia San Rafael y sabía tanto de ópera como yo, porque la primera aria que me puso a cantar fue Suicidio de Pompieli.

A S: ¡Suicido! (Risas)

M A: ¡Suicidio! ¿Verdad que está de risa? ¡Yo no sabía nada! La cantaba con mi vocecita normal. ¡Hasta después me enteré lo que era! Tiempo después me conocieron otras personas y me recomendaron al maestro José Pierson. Él me enseñó muchas cosas. Después entré a la academia de la ópera de Bellas Artes que existía en aquellos tiempos, donde se preparaban los futuros miembros de la compañía de ópera de Bellas Artes. Allí fue donde, durante cinco años, estudié todo mi repertorio de ópera. Había clases de solfeo, de idiomas, de maquillaje, de actuación y del repertorio de ópera.

Un día, cuando estaba estudiando precisamente La Bohème con Salvador Ochoa, gran director y músico, llegó Carlos Díaz Dupont y dijo al maestro Salvador: -Chava, ya está el contrato de Mary para dentro de un mes con La Bohème y así fue como empecé.

A S: ¿Cómo resumiría el proceso técnico del canto?

M A: Creo que depende de cada uno, de la sensibilidad, la intención mental ¡Pero, sobre todo, la actitud! Porque hay quienes se cierran mucho, tienen facultades maravillosas, pero simplemente no pueden expresarlas. Siempre trabajo lo más posible en dar a los alumnos las herramientas necesarias para que expresen su arte a través del cuerpo, el instrumento más íntimamente ligado al ser humano, eso es muy importante. Porque se canta con todo el cuerpo, no se canta con la garganta. Es difícil hacerlo entender por la época que vivimos. Antes no era así, éramos más saludables, más naturales…simples. Con una potente actitud frente a la vida.
Es muy importante conocerse emocional y físicamente para poder cantar con la expresividad vocal, porque las cuerdas están dentro del cuerpo, no están fuera como en el piano o el violín. Es bastante diferente, aunque también el artista del violín tiene capacidad de sentir ¿no es así? Pero el proceso es diferente, el proceso de ellos creo que es de afuera para adentro, mientras que el nuestro es de adentro para afuera.

A S: Recuerdo que una vez usted me dijo que de su maestro Pierson había aprendido a respirar ¿Cómo debería un estudiante aprender este proceso de respiración? Cosa que para mí constituye la base del canto.

M A: No es lo mismo respirar para hablar que respirar para cantar, hay una pequeña diferencia. Para hablar respiramos por la garganta y para cantar se necesita llenar de aire toda la caja de resonancia porque de no ser así, se empieza a cantar con la garganta, se acaba el aire muy pronto y se aprietan las cuerdas automáticamente.

Gesm: ¿Cómo fue su experiencia en el extranjero?

M A: Fui becada por un año. Llegué a un curso a Siena en Italia y después me fui a Milán a hacer audiciones. Tuve la oportunidad de estudiar con Campo Galliani y, cuando me renovaron la beca, me fui para Alemania a estudiar en la Musikschule, que es la escuela superior de música de Munich. Cuando iba a hacer audiciones a las agencias, siempre me acompañaba un amigo bailarín cubano, miembro del Ballet Nacional de Cuba, él hablaba y yo cantaba.

Así estuve durante seis meses, hasta que finalmente me hablaron para hacer una audición en el teatro Ulm para Butterfly. Yo ya la conocía, porque cuando me fui de México tenía acumuladas en mi repertorio nueve óperas cantadas y siete u ocho recitales. Tuve una muy buena audición y al ver que tenía la figura y la voz para el papel me contrataron por tres años. Es increíble pensar que cuando llegué a Europa por primera vez creí que sólo me quedaría un año y acabe quedándome quince.
Fue muy importante trabajar en Alemania porque allá se canta mucho, dos o tres veces por semana. Al principio me hicieron trabajar mucho con el idioma, no porque no se me entendiera, sino para eliminar el acento.

A S: De todas las óperas y experiencias que tuvo usted como cantante de ópera, ¿cuáles son las que más disfruta y recuerda?

M A: Mi ópera favorita es Madame Butterfly de Puccini, sin embargo, una ópera que me fascinó fue Don Carlo de Verdi. ¡Qué maravilla de música!, aunque es muy difícil, sobre todo la parte de la mezzosoprano. El papel de Issabella (soprano) me encantó, porque tiene una grandeza y un carácter señorial que disfruté mucho. En una ocasión durante una presentación de Las bodas de Fígaro, en el dúo de la Condesa y Susana, que es un dúo muy chiquito de apenas dos páginas, ¿creerán que se va equivocando la Susana? Ella cantó mi papel y yo canté el suyo y como es tan chiquito, pues ni modo, ella acabó de condesa y yo de Susana. Al otro día de la función tuvimos ensayo a las diez de la mañana a pesar de haber cantado como treinta veces esa ópera.

A S: ¿Cómo fue que empezó su labor docente en la ESM?

M A: Bueno, acababa de llegar de Alemania y comencé dando clases de alemán cuando la escuela aún se encontraba en República de Cuba. Aquello era tan ruidoso que pasaban los camiones y tenía que detener la clase y decirle a mis alumnos -Esperen a que pase el camión. Después, nos trasladamos a Fernández Leal y seguí dando clases de alemán como año y medio, hasta que la maestra Carmen Vega dijo: -Necesitamos a la maestra Maritza en la academia de canto. Entonces encontraron otra maestra de alemán y pasé a ser miembro de la academia. Aún no existía el canto como carrera, lo que existía era canto complementario. Llegaban todos los estudiantes; guitarristas, pianistas, todo el mundo a la clase a cantar… Eso me sirvió porque me fui enseñando a dar clases, hasta que se empezó a trabajar en el programa de estudios en los años ochenta, entonces ya se fundó la academia de canto.

Gesm: Con los treinta años que ha trabajado usted en la docencia, ¿podría comentarnos qué tanto ha cambiado la escuela, qué tanto ha cambiado usted?

M A: Las circunstancias de la vida han cambiado, uno también tiene que ir evolucionando, es mucho más difícil ahora por todas las cosas modernas que existen y que van en contra de todo de lo que debe de ser un alumno para aprender su arte, es difícil. He evolucionado junto con los alumnos, ni modo, no hay de otra.

Gesm: ¿Cuál es su satisfacción más grande tras haber tomado la decisión de hacerse cantante?

M A: Ser cantante. No hay nada mejor. He vivido plenamente en la ópera, desde muy joven, con quien me casé era director de orquesta y yo seguí cantando. Toda mi vida ha sido el canto, la ópera. Yo digo a mis alumnos: el día de mañana me puedo morir y puedo morir tranquila, yo no fui la Callas, yo no fui la Esteffanno…soy Maritza Alemán y así estoy muy contenta.

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